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25-S, crónica de la violencia (policial)

Más de sesenta heridos, uno de gravedad, y treinta detenidos en los disturbios de ayer.

Hoy se están celebrando nuevas concentraciones en la Plaza Neptuno. En su rueda de prensa de esta mañana, miembros de la Coordinadora 25S han sido identificados por la policía.

A estas horas ya son muchas las noticias que han discurrido en torno a la manifestación de ayer en Madrid y los “disturbios” (como insisten en llamar algunos medios de comunicación) en ella ocurridos. Sin contar las imágenes sobre violencia policial y policías infiltrados que se abren camino gracias al eco que encuentran en las redes sociales y medios alternativos, la realidad es que el oficial es el discurso más reproducido, es decir, el que defiende la actuación policial y respalda la estrategia represiva del Gobierno. Por ello, se hace cada vez más necesario multiplicar voces y contar, con honestidad y sin intermediarios, cómo se vivieron jornadas como las de ayer, con el objetivo de que cada día sean más las personas que se decidan a ver por sí mismas y sin el filtro (cada vez más manipulador) de los grandes medios corporativos.

Quien escribe estas líneas no es más que una integrante de la Asamblea Centro del 15-M que, junto con compañeras de la Asamblea de Triana y otros colectivos y personas a título individual, tomaron un autobús la madrugada del lunes para sumarse a la convocatoria del 25-S. Una mirada rápida al interior del vehículo podía arrojar una idea sobre la composición de quienes acudieron ayer al acto: estudiantes, jóvenes y adultos con trabajos de los más diversos, personas en paro, activistas de largo recorrido y otras para quienes aquella era casi su primera manifestación estatal. Lo más “radical” que había, siguiendo el cliché adoptado por el Gobierno y sus seguidores, era alguna rasta, alguna “coletilla” y otros atuendos menos “formales” de los que a la Señora Cifuentes le gustaría ver en lo que considera su territorio.

A esta heterogeneidad le unía ayer un hartazgo infinito y un deseo explícito: la dimisión del Gobierno y el Parlamento, el borrón y cuenta nueva para empezar de cero y sentar las bases de un sistema más justo, más humano y más razonable. No en vano los gritos más coreados fueron “Dimisión”, “Que se vayan”, “No nos representan” y, por si no quedaba claro a quienes se escondían tras el cordón policial: “Hemos traído vuestra carta de despido”.

Con tamaño objetivo, estaba claro que la protesta no sería bien acogida y que habría algún intento de obstaculizar la misma. Así, desde primera hora de la mañana varios autobuses provenientes de Granada, Barcelona y otros puntos del país fueron retenidos y registrados y sus integrantes fueron objeto de identificaciones, cacheos y otras prácticas disuasorias.

 A pesar de ello, a las 12 del mediodía el entorno del Paseo del Prado y Atocha ya era centro de reunión y primeras consignas, animando un ambiente nada violento, “muy estética del 15-M” (que dirían algunos), que se prolongó en la comida popular y la asamblea de la sobremesa (en la que intervino, por ejemplo, el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) Carlos Taibo). En torno a las seis de la tarde comenzaba a cristalizar el “rodeo al Congreso”, que en realidad fue el “rodeo al cordón policial” pues la calle Carrera de San Jerónimo, donde se ubican las Cortes, estaba totalmente cortada. Las concentraciones se produjeron entonces en la Plaza de Neptuno (rebosando gente en las calles confluyentes y llenando el Paseo del Prado hasta Atocha) y en Sol hasta donde el blindaje policial permitía.

Violencia premeditada

En Neptuno, poco hizo falta para que los antidisturbios ubicados tras las vallas sumaran tensión. Desde las siete y cada cierto tiempo, agentes que aguardaban en los múltiples furgones policiales rodeando la plaza se abrían paso con agresividad para hacer avanzar el cordón y forzar el retroceso de la gente. Ya entonces se produjeron los primeros golpes y detenciones sin provocaciones por parte de los manifestantes. Los gritos y cantos que acompañan un acto de este tipo y que critican a la policía y a la clase política han de entenderse como una manifestación de la libertad de expresión recogida en la Constitución española y no deben bastar para activar la coacción violenta por parte de las fuerzas policiales. O al menos, así sucede en un Estado democrático de Derecho….

Con todo, el núcleo de Neptuno aguantó la presión, portando pancartas en favor de la democracia, la soberanía popular y otras consignas del estilo. Anochecía y, todavía dentro del periodo permitido por la subdelegación del Gobierno (que terminaba a las 21.30 horas), el ambiente se mantenía tenso pero estable.

Minutos después de las 21 horas el Paseo del Prado era una multitud en desbandada. Desde las calles perpendiculares se podía ver a miles de personas corriendo, huyendo de Neptuno, desde donde se oían con intensidad disparos sin cesar (porque estamos en España, aún sabemos que se trata de balas de goma). La imagen de periodistas cubiertos con un chaleco reflectante, identificativos explícitos de PRENSA y cascos en la cabeza recordaba, con perdón por la burda comparación, aquellas imágenes de Kosovo donde la prensa también pasó miedo.

La versión oficial sostiene que manifestantes radicales y violentos provocaron la actuación policial. Aún reconociendo la presencia de acciones agresivas, cuesta creer que algunos hechos violentos aislados pueda justificar que decenas de agentes disparen sus escopetas (después de que la Unión Europea ya haya prohibido el uso de balas de goma) contra miles de manifestantes. Sin contar con que muchos de estos “violentos” pueden ser infiltrados policiales, pues el propio secretario general del Sindicato Unificado de Policía ha reconocido la presencia de infiltrados en esta convocatoria y en otras, lo cual se pone de manifiesto cuando un “infiltrado” (cuya estética es curiosamente idéntica a la de muchos alborotadores que aparecen en imágenes de la manifestación) es atacado por error por otro policía y así lo grita.

Posteriormente se produjeron nuevas cargas ante la reticencia o lentitud en abandonar el espacio. En torno a las diez de la noche y mientras se producía una nueva carga, cientos de personas que corrían para salir del Paseo del Prado hacia Atocha se encontraron con una franja de furgones y antidisturbios impidiendo el paso, quedando así encerradas en esa avenida. Algunos permanecieron en la calle e intentaron esconderse en bares, algunos de los cuales les ofrecieron protección frente, paradoja, la policía. Otras corrimos hacia las calles adyacentes buscando otra salida. Lo que ocurrió puede ser descrito como una “ratonera”: allá donde intentabas salir encontrabas una franja de antidisturbios impidiendo el paso. La sensación de confusión y miedo (allí no había prensa ni cámaras que pudieran grabar una agresión) hace presentir que esa era la intención de esa “encerrona” policial, provocar el pánico entre los manifestantes.

En Atocha se vivió otras escenas de miedo cuando varios policías penetraron en la estación siguiendo a algunos manifestantes que intentaban protegerse allí. Según relatan varios testigos, los policías dispararon dentro del recinto y al menos dos ambulancias accedieron inmediatamente al lugar. Poco más tarde, en Sol y alrededores seguían las persecuciones.

Pacifismo o violencia, pero ¿de quién?

La convocatoria de ayer era explícitamente no violenta. Tanto que incluso, cuando en un momento de confusión en la calle Argumosa (Lavapiés) un hombre de unos treinta años tiró dos contenedores en medio de la calle, el resto de manifestantes lo recriminaron y colocaron el mobiliario en su sitio. Un amigo del “violento” (por exagerar bastante) le dijo: “si quieres ser agresivo, haz tu propia manifestación, pero esta sabes que esta es no-violenta”.

Fueron ínfimos los casos de agresividad que se dieron por parte de los manifestantes y aún así la represión policial fue brutal, una de las más violentas que se han vivido desde la Transición (según cuentan testigos que vivieron bajo el Franquismo). La ciudadanía está aprendiendo que su herramienta es la desobediencia civil pacífica, una actitud ante la que las fuerzas policiales, que se manejan con el lenguaje de la violencia, no saben responder.

Por este motivo la ciudadanía, pese al miedo, sale a la calle y pese a la criminalización interesada, continúa mostrando su malestar. Y cada día son más.

Fotos 25S en Madrid por SetasTV